5.10.09

Entre sábanas grises

Las gotas emborronando el cristal me impiden ver la calle. Pequeñas gotitas golpean sin cesar fusionándose unas con otras, formando furiosos regueros que desembocan en el alfeizar de la ventana. El cielo, cubierto de nubarrones espesos, se erige como primer juez de mi acto.

La piel de tu pie derecho, de blancura marmórea, contrasta con el esmalte rojo bermellón con el que te has pintado las uñas. Con un trazo seguro, perfecto. Precisión de cirujana.

Clara, Clarita. Mi Clara. Siempre mía. Nunca me has sabido explicar porque te pintas las uñas en invierno. Nunca he sabido entender el porque de esas perdidas de tiempo. Tú, que siempre duermes con calcetines.

Sábanas grises te envuelven por completo, esas sabanas calientes donde han retozado nuestros cuerpos. Donde hoy tal vez tu orgasmo no fuera fingido. No, Clara, hoy no lo ha sido. Hace mucho tiempo de aquello, hoy había deseo. Sábanas arrugadas, sudadas, manchadas, sucias, sabanas que te cubren entera, a excepción de ese pie.

Me voy, mi amor. Despacito, sigiloso, no quiero enturbiar el sueño causado.

Nos veremos, no se si mañana o pasado, a lo mejor en una semana. Tal vez, en nuestro próximo encuentro ya no quieras dirigirme la palabra.

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