Mientras se sucedía la emoción y la tristeza, nos acordábamos de cosas tuyas y nos reíamos. Es inevitable no hacerlo. No, no reírnos de ti, reírnos de tus paranoias, de momentos que nos has dado, que nos provocaron hilaridad y sonrisas cómplices.
Más tarde, en el coche, ya de vuelta, recordaba ese instante. Pensé en el aprecio que te tengo y en el que otros también te profesan. No debe de ser casualidad eso de cosechar cariños ajenos. No debe de ser casualidad que otros se alegren con tu entusiasmo y se aflijan con tu dolor. Si es casualidad le pondremos la etiqueta "solo apta para amigos". Y con ello quedará claro quien eres para nosotros.