He bajado las escaleras despacito, mis articulaciones siempre fallaron. Fueron muchas las veces que tus manos sabias les pusieron remedio. Y allí estabas, con esa sonrisa cálida que sueles usar para recibirme.
Hemos paseado por el margen derecho de nuestro río, ese del que tanto te gustan sus atardeceres. Ha relucir han salido los nietos, los amigos que ya no están y como no, nuestros amados libros, esos que ahora leemos con la vista cansada.
Todo ha cambiado, todo sigue igual. Hoy también te has reído de mis prejuicios.