Venía envuelto en un halo de persona comprometida, llena de valores, en una aparición de ser excepcional. Lo que venimos denominando "un encanto".
Contaba poco, limitándose a la escucha de situaciones ajenas que parecían despertarle un gran interés. Atendía las peripecias diarias de los otros como si fueran suyas, mostraba pena o alegría, según guiase la corriente.
Todos rendidos a sus pies, cual ratones ante un flautista virtuoso.
Y resultó que no.
Y resultó un espejismo.
Y resultó que el ego supremo se escondía como la lava ardiente bajo las laderas de un volcán no identificado. Bastó el roce de algunas placas tectónicas para que dejara ver algunas chispas.
De repente lo vi claro, ante nosotros, un friki.
Cuidado que quema.