21.10.09

Solo apto para amigos

Allí estábamos los cuatro. En la puerta de la iglesia esperando que todo pasara lo más rápido posible. No por nosotros, para los que tampoco era agradable. Si no por ti y por los tuyos.
Mientras se sucedía la emoción y la tristeza, nos acordábamos de cosas tuyas y nos reíamos. Es inevitable no hacerlo. No, no reírnos de ti, reírnos de tus paranoias, de momentos que nos has dado, que nos provocaron hilaridad y sonrisas cómplices.
Más tarde, en el coche, ya de vuelta, recordaba ese instante. Pensé en el aprecio que te tengo y en el que otros también te profesan. No debe de ser casualidad eso de cosechar cariños ajenos. No debe de ser casualidad que otros se alegren con tu entusiasmo y se aflijan con tu dolor. Si es casualidad le pondremos la etiqueta "solo apta para amigos". Y con ello quedará claro quien eres para nosotros.

15.10.09

El Guiñol

Enredas con mis entretelas preguntándome que me separa de ti. Hurgas en mis recuerdos, removiendo sentimientos que ya están olvidados. Crees que actuando así, voy a volver.
No sabes que nunca retorno a lugares que me resultaron fríos.
Hoy me he enterado de que tus preguntas no buscaban respuestas. Buscaban nuevos actos para tu teatro de Guiñol. He de confesarte que nunca me sentí marioneta. Siempre he preferido mi sinceridad frente a tus hilos.



Diecisiete

Ese día fue extraño. Andaba por el piso frenético con ganas de ordenarlo todo, quería causarte buena impresión. Tomás me había hablado mucho de ti, de la tímida amiga de Mabel. Tanto me había contado que tenía una gran curiosidad por conocerte, no podía presentarme como alguien desordenado. Todo debía estar bien. Cada cosa en su lugar, algunas nunca lo habían tenido, con lo cual había que buscárselo. Ya sabes, dos chicos solos.

Mabel nunca me había soportado, no sé como la convenció Tomás para que accediera a presentarme a su mejor amiga. Debió de ponerse muy pesado, la verdad. Cuando sonaba el timbre con dos pitidos cortos, impertinentes y mi compañero corría a contestar, sabía perfectamente que esta chica aparecería en segundos destrozando nuestra paz estudiantil , encerrándose con él en su habitación para entonar gemidos que nunca intentaban encubrir. Guarrilla y viciosa, así era la novia de mi compañero de piso.

Por eso me sorprendía que alguien como ella pudiera tener una amiga como tú. Como te describía Tomás. Siempre pensé que exageraba sobre tu aspecto, sobre tu forma de ser. De ahí mi curiosidad, de ahí y de otras cosas. Yo tenía 24, estaba en cuarto todavía, mientras que tú con tus 20 estabas en segundo con algunas de tercero. Debo confesar que nunca me fijé en ti por los pasillos de la facultad. La verdad es que nunca me fijaba en nadie.

Encargamos comida china y el chino llegó antes que vosotras. Recuerdo el arroz frío y las bromas sobre sus guisantes duros. Te reías poniendo la servilleta sobre tu boca, aunque en ese momento no la tuvieras llena. Nos bebimos dos cartones baratos de vino tinto con casera. Los tortolitos en celo se fueron a su habitación, no recuerdo la excusa, tampoco la necesitaban ni ellos ni nosotros. Entonces nos quedamos solos y sólo entonces pude conocerte.

Cogí el abrigo para acompañarte a tu casa y susurraste que fuera no hacía frío. Lo volví a colgar en el perchero de la entrada.

Cuando bajamos, el termostato de la parada del bus, marcaba 17 grados. Nos miramos, nos reímos, te di un beso en la mejilla y lo convertimos en nuestro número de la suerte. Era diecisiete de abril de 1993.



5.10.09

Entre sábanas grises

Las gotas emborronando el cristal me impiden ver la calle. Pequeñas gotitas golpean sin cesar fusionándose unas con otras, formando furiosos regueros que desembocan en el alfeizar de la ventana. El cielo, cubierto de nubarrones espesos, se erige como primer juez de mi acto.

La piel de tu pie derecho, de blancura marmórea, contrasta con el esmalte rojo bermellón con el que te has pintado las uñas. Con un trazo seguro, perfecto. Precisión de cirujana.

Clara, Clarita. Mi Clara. Siempre mía. Nunca me has sabido explicar porque te pintas las uñas en invierno. Nunca he sabido entender el porque de esas perdidas de tiempo. Tú, que siempre duermes con calcetines.

Sábanas grises te envuelven por completo, esas sabanas calientes donde han retozado nuestros cuerpos. Donde hoy tal vez tu orgasmo no fuera fingido. No, Clara, hoy no lo ha sido. Hace mucho tiempo de aquello, hoy había deseo. Sábanas arrugadas, sudadas, manchadas, sucias, sabanas que te cubren entera, a excepción de ese pie.

Me voy, mi amor. Despacito, sigiloso, no quiero enturbiar el sueño causado.

Nos veremos, no se si mañana o pasado, a lo mejor en una semana. Tal vez, en nuestro próximo encuentro ya no quieras dirigirme la palabra.

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