14.8.09

La plegaria

Agnóstica como nadie, te he erigido un altar en mi interior. La pena es que no sé rezarte y me limito a dejarte flores frescas cada mañana.
Mientras espero. Espero tu descenso celestial para iniciar tu presentación en sociedad. Ya todos comenzaron a decirme que no eres más que un producto de mi imaginación. Un recurso para dejar de temer a mi soledad cotidiana. Dicen que creer en tu alma gemela tiene algo de fé heredada.
Y aquí me tienes, hilando palabras con las que hacerte un credo etéreo, una plegaria sublime con la cual convencerte para que vengas hacia mí.

12.8.09

Como el friki puede pasar desapercibido

Pues no, esta vez no lo reconocí.
Venía envuelto en un halo de persona comprometida, llena de valores, en una aparición de ser excepcional. Lo que venimos denominando "un encanto".
Contaba poco, limitándose a la escucha de situaciones ajenas que parecían despertarle un gran interés. Atendía las peripecias diarias de los otros como si fueran suyas, mostraba pena o alegría, según guiase la corriente.
Todos rendidos a sus pies, cual ratones ante un flautista virtuoso.
Y resultó que no.
Y resultó un espejismo.
Y resultó que el ego supremo se escondía como la lava ardiente bajo las laderas de un volcán no identificado. Bastó el roce de algunas placas tectónicas para que dejara ver algunas chispas.
De repente lo vi claro, ante nosotros, un friki.
Cuidado que quema.



La casa de Rosita

La casa de Rosita era la casa de todas. Allí quedábamos. A las nueve, para salir a las once. Cosas de chicas: ¿Estoy bien?, ¿Llevo mucha laca?, ¿Quién me pone la sombra de ojos?. Todos los viernes se repetían las mismas preguntas y las mismas inseguridades.
Al fondo, la abuela, nos miraba con mala cara. Aquella señora, vestida de negro, con la bata acolchada y las zapatillas rotas por los juanetes. Sagrario, se llamaba. Le dábamos las buenas noches cuando nos marchábamos y siempre decía lo mismo: "Vais hechas unas putas". Nos mirábamos risueñas, nos tapábamos la boca con una mano mientras agitábamos la otra en el aire: "Joder con tu abuela, Rosa".
Al salir dejábamos una nebulosa de olores producida con nuestras frescas colonias adolescentes, un montón de ropa desechada tras multitud de cambios y sin saberlo, lo mejor de la noche.

2.8.09

Los esquimales no se mueren de frío

Te encontré con la razón apagada, desconectada, huída. Sin alcance auditivo para mis explicaciones. Intenté darte otra visión, la suya. Pero fue imposible.
¿Sabes que los esquimales son los únicos que no se mueren de frío? Si no pones remedió, esta nevada helará tus entrañas. Tu no eres esquimal, ni siquiera has visitado nunca el Polo Norte.
Vale, silenciaré la benevolente intención que me empujó a visitarte y te dejaré sumiso a tu dolor. Puedes ir haciendo el ángel sobre el manto blanco que ya te cubre por dentro.

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